El virus
Llueve en esta tarde, disfrutando de un café y la compañía del perro echado a los pies, observo mi bici, han pasado meses sin rodarla, una mezcla de nostalgia y hasta de cierta culpa llegan a mi mente por todos los pretextos que cada semana han saboteado el girar de la rueda.
El recuerdo del esfuerzo y la satisfacción que solo te da el alcanzar nuevos horizontes, me hacen reflexionar en el porque decidí abandonar mi bicicleta a merced del polvo y telarañas. Y caigo en cuenta que que fui atacado por algo llamado confort, ese extraño (pero común) virus que apaga el ímpetu de descubrir y gozar nuevas aventuras en hombres y mujeres por igual.
Y resulta que es un formidable enemigo, comparte una característica con los grandes males de la humanidad, es silencioso, ataca a la victima en todos los aspectos de tu vida, ya sea en su relación de pareja, en su trabajo o en su desarrollo personal, lamentablemente el enfermo muchas veces no se da cuente hasta que es demasiado tarde.
Este virus produce un extraño efecto, en donde el que lo contrae es capaz de atacar furibundamente a todo aquello que ose cuestionar el "status quo".
Otro síntoma del afectado es la ceguera, que como un velo le impide al enfermo ver que las cosas han cambiando y que se esta quedado atrás, justificándose con una montaña de "comos no"; como no subirte a la bici, como no decir un te quiero, como no hacer un trabajo, como no emocionarte con algo novedoso.
Por ultimo el virus carcome el alma con algo llamado orgullo, que te hace olvidar que para llegar a donde estas tuviste que pedalear, y que aunque llegaste a una cima el camino no se acaba y hay que seguir pedaleando seguir viviendo.
Por un momento pienso en la idea millonaria de hacer una vacuna, pero creo que solo me subiré a mi bici, porque debe de haber un brecha con lodo o un charco de lluvia para divertirse.
Así se ve la vida desde una bicicleta
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